Cosme, Damián y los transplantes obligados
Cerca del Museo Reina Sofía (con su plaza, la más desaprovechada del centro de Madrid), a la espalda del antiguo Real Colegio de Medicina y Cirugía San Carlos, está la calle de San Cosme y San Damián. Y no es por casualidad que su empinado desnivel se ampare a la sombra de tal insigne institución, porque estos dos facultativos de la Antigüedad son santos patrones del Protomedicato cristiano.
En la historia de sus vidas destaca el milagro barnardiano de la sanación de un rico hombre, a quien los dos compañeros de urgencias transplantaron la pierna de un esclavo negro que tuvo la mala fortuna de ponerse a mano de los dos ases del escalpelo. Cuenta Michael Solomon, que conoce el barrio y sabe de médicos antiguos, que las versiones varían de unas a otras: en algunas el esclavo acaba muerto (exceptuando su pierna), mientras que en otras queda de por vida lisiado para mayor disfrute del ricachón y gloria de los galenos.
Fue esta última la versión más atractiva para los iconógrafos del Cristianismo, que se explayaron a lo largo de los siglos en dar expresión plástica al incidente. Así, numerosas representaciones del milagro muestran a ambos cirujanos junto a su paciente, restablecido (prognosis positiva y post-operatorio facilón), quien muestra con orgullo sus piernas a dos colores. Mientras, en el fondo permanece el esclavo negro, sosteniéndose en unas muletas, con el muñón castamente vendado. Pierna vendida, muñón vendado
El azulejo con el nombre de la calle (que en este barrio suele incluir un bonito e ilustrativo dibujo) no reproduce, por suerte, esta cruel representación iconográfica. Sería de ver la vergüenza y la afrenta a algunos de sus vecinos actuales, senegaleses, guineanos o caribeños de piel tan oscura como la del esclavo donante de piezas de repuesto para ricos. Sin embargo, y según denuncias hechas por algunas religiosas españolas en Mozambique, todavía hoy se amputan miembros y se trafica con órganos de seres humanos, para alimentar la demanda de hígados, riñones, pulmones y corazones que tenemos los rico-hombres y mujeres de hoy.
Durante bastante tiempo, la imagen del terrible experimento de San Cosme y San Damián fue interpretada de manera simbólica. En ella parecía resumirse el trato que el occidente judeo-cristiano y europeo dio a los africanos durante muchos siglos, el uso práctico que de su cuerpo y su fuerza hizo el sistema esclavista: la pierna del pobre esclavo adquiría así valor de brazo, de mano quizá, amputada o secuestrada para construir imperios. Parece que el progreso y la modernidad vienen dispuestos, no obstante, a simplificar símbolos, a significar al pie de la letra las pesadillas más salvajes y atroces de nuestros predecesores en el planeta. Hoy la pierna del africano tiene un significado puramente literal, mientras millones de personas de ese continente mueren de Sida, incapaces de permitirse medicación, a menos que tomen parte de un ejercicio de experimentación sufragado por una importante empresa farmacéutica.
Para terminar, una curiosidad hagiográfica: los dos gemelos sirios Cosme y Damián recibieron el sobrenombre de anárgiros, los que no cobran, los médicos no mercenarios.
Más sobre santos y transplantes
Ángel González García
En la historia de sus vidas destaca el milagro barnardiano de la sanación de un rico hombre, a quien los dos compañeros de urgencias transplantaron la pierna de un esclavo negro que tuvo la mala fortuna de ponerse a mano de los dos ases del escalpelo. Cuenta Michael Solomon, que conoce el barrio y sabe de médicos antiguos, que las versiones varían de unas a otras: en algunas el esclavo acaba muerto (exceptuando su pierna), mientras que en otras queda de por vida lisiado para mayor disfrute del ricachón y gloria de los galenos.
Fue esta última la versión más atractiva para los iconógrafos del Cristianismo, que se explayaron a lo largo de los siglos en dar expresión plástica al incidente. Así, numerosas representaciones del milagro muestran a ambos cirujanos junto a su paciente, restablecido (prognosis positiva y post-operatorio facilón), quien muestra con orgullo sus piernas a dos colores. Mientras, en el fondo permanece el esclavo negro, sosteniéndose en unas muletas, con el muñón castamente vendado. Pierna vendida, muñón vendado
El azulejo con el nombre de la calle (que en este barrio suele incluir un bonito e ilustrativo dibujo) no reproduce, por suerte, esta cruel representación iconográfica. Sería de ver la vergüenza y la afrenta a algunos de sus vecinos actuales, senegaleses, guineanos o caribeños de piel tan oscura como la del esclavo donante de piezas de repuesto para ricos. Sin embargo, y según denuncias hechas por algunas religiosas españolas en Mozambique, todavía hoy se amputan miembros y se trafica con órganos de seres humanos, para alimentar la demanda de hígados, riñones, pulmones y corazones que tenemos los rico-hombres y mujeres de hoy.
Durante bastante tiempo, la imagen del terrible experimento de San Cosme y San Damián fue interpretada de manera simbólica. En ella parecía resumirse el trato que el occidente judeo-cristiano y europeo dio a los africanos durante muchos siglos, el uso práctico que de su cuerpo y su fuerza hizo el sistema esclavista: la pierna del pobre esclavo adquiría así valor de brazo, de mano quizá, amputada o secuestrada para construir imperios. Parece que el progreso y la modernidad vienen dispuestos, no obstante, a simplificar símbolos, a significar al pie de la letra las pesadillas más salvajes y atroces de nuestros predecesores en el planeta. Hoy la pierna del africano tiene un significado puramente literal, mientras millones de personas de ese continente mueren de Sida, incapaces de permitirse medicación, a menos que tomen parte de un ejercicio de experimentación sufragado por una importante empresa farmacéutica.
Para terminar, una curiosidad hagiográfica: los dos gemelos sirios Cosme y Damián recibieron el sobrenombre de anárgiros, los que no cobran, los médicos no mercenarios.
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