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Cuadernos de Lavapiés

Bush y la mala educación

El personaje de don Martín, de "Doña Rosita la soltera", es un solterón tullido, maestro de letras en un colegio de "niños bien" granadinos, a la vera del carmen donde se marchita la rosa lorquiana. Don Martín, además de cojear de una pierna, lo hace de proto-poeta, y sus versos ripiados engañan las baldosas del patio granadino con una cojera más penosa que la de su cuerpo tullido; pero don Martín es un buen hombre, que viene de visita para contar sus miserias. Porque ya a principios del siglo XX los maestros se quejaban de que intentar desasnar a los vástagos del señorito era, como querer ponerle puertas al campo, labor destinada al fracaso y a la humillación.

Casi un siglo después de que Lorca hiciera hablar así al pobre maestro-poeta de provincia, los que intentamos pagar el alquiler enseñando a otros a hacer algo seguimos teniendo la misma queja: ¿Cómo no pasar la mano a la mano que nos da de comer, cómo no sufrir el desprecio de quien paga a cambio de buenas notas? Los maestros y profesores de colegios e institutos "conflictivos" se enfrentan a veces a la violencia de padres de alunos "injustamente" disciplinados, y cuando algo así sucede, los bienpensantes enarcamos las cejas en condena. Pero cuando en los colegios, institutos e universidades privados y caros los padres amenazan con retirar a sus hijos del colegio, o dejar de hacer generosas donaciones a la institución docente, si se sigue aplicando a sus vástagos el rasero justo del "no pasarán...Sin haber aprobado", en esas ocasiones nadie parece llevarse las manos a la cabeza.

Como el don Martín granadino quizá se sienta alguno de los profesores que, en Yale, tuvieron que hacer birlibirloque evaluador para que el hijo de George Bush, el primer líder del mundo libre que ha heredado el cargo, aprobara con notas mediocres lo que muchos licenciados en paro harían con los ojos cerrados y sin estudiar la noche antes.

Lo digo como quien conoce el paño del batán al tinte, porque he estudiado y enseñado en una de esas universidades exclusivas donde aulas, alas y bibliotecas llevan el nombre de millonarios alumnos donantes y ex-alumnos igualmente agradecidos a su alma mater. Quizá el señor Aznar podrá un día confirmar mi aseveración de que sólo donan los que tienen sobresalientes y matrículas que agradecer, porque mater no hay más que una, siempre y cuando nos haya abierto las puertas del poder a base de buenas notas, regaladas o merecidas. Me pregunto si el ex-presidente del gobierno de España recibirá (como un servidor) llamadas del decano para advertir que el suspenso de tal o cual alumno hace peligrar la generosa donación anual del señor padre de alumno de turno. Y me respondo que el señor Aznar no tendrá que corregir exámenes en Georgetown, que para eso se tiene a los adjuntos y ayudantes de departamento...

No sabrá, pues, el flamante nuevo profesor de Georgetown, que en la América del sueño, en la Arcadia bursátil, como en la Roma imperial, sólo merece el suspenso académico o el fracaso en la vida quien no puede costearse una matrícula de honor o un futuro brillante. Que G.W. Bush sí podría haberse pagado un rosario de sobresalientes en Yale es tan cierto como que la exquisita educación occidental de Osama Bin Laden se costeó con la fortuna de su poderosa familia. Pero el hecho de que ni por ésas consiguiera el actual presidente de los EE.UU. sacar más allá de un aprobado por los pelos debería darnos escalofríos.

En el debate con el candidato Kerry, la ignorancia de Bush se disfrazó de campechanía, intentando vender la imagen de ciudadano de a pie, de líder espontáneo y sincero. Pero sería llamarse a engaño. Si Bush habla un inglés pobre y desmedrado, y expresa con él una simplicidad de ideas peligrosa como una bomba de relojería, no es por tratarse de un americano del pueblo, uno más de esos "americanos medios" que la literatura ha descrito tan bien y tan a menudo. No hay en el delfín del petróleo tejano nada del "primitivismo puro" de Whitman, ni sus meteduras de pata son reflejo de una nobleza de espíritu digna del leñador pionero o el granjero propietario y honrado de Thoreau, Emerson o Crevecoeur. Si Bush es un ignorante explosivo (a los mandos de la maquinaria más poderosa del planeta), es porque sus años mozos los dedicó a alternar con sus conmilitones de colegio mayor para ricos, bebiendo y armando jaranas, para presentarse luego en clase con los ojos inyectados de una coca que sufragaba papá Bush.

A don Martín le dolía que los niños de casa particular de la Granada de 1910 gastaran bromas humillantes a sus pobres profesores. A Lorca se le pasaría por la cabeza que algunos de esos niños irreverentes a buen seguro acabarían como presidentes de la Diputación, o gobernadores de provincias. Hoy debe haber algún profesor de gramática arrepentido de haber cedido a las presiones de un decano, que recibió una llamada desde Texas, que se escribe con equis pero se pronuncia con jota, como México.

1 comentario

Anónimo -

me gusto mucho tu articulo,,, estoy en todo de acuerdo un ciberabrazo Lola