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Cuadernos de Lavapiés

Una de perfumes

Esta mañana me he despertado temprano. Me sentía extraño, fuera de mí. En el cuarto de baño, me miré al espejo y me llevé la mayor sorpresa de mi vida. El rostro que vi reflejado no era el mío. Era yo, sí, podía adivinarme en la expresión de los ojos, en los gestos involuntarios e indefinibles, pero no era mi cara. La barba había desaparecido, el peinado era diferente, y mi piel brillaba con artificio, lisa como la porcelana y fría como un esquema desdibujado. Un cierto aire andrógino me invadía la mirada, que aparecía languidecer por momentos, a medida que la piel se hacía cada vez más imposiblemente blancuzca y tersa.

Miré a mi alrededor, y eché enseguida de menos mis azulejos blancos y azules. En su lugar, losas de mármol blanco y negro, y un retrete con forma de silla intergaláctica. Sonaba una extraña música, de origen desconocido, y mi cuerpo estaba enfundado en un pijama de seda, que más parecía esmóquin de diseño. Al volver a mi cuarto, que había crecido hasta un tamaño tres veces superior al de mi antiguo pisito, vi que mi compañera dormía como quien posa, perfectamente maquillada con artificio de aerógrafo y Photoshop. Su languidez era como de película antigua, y no desapareció ni aún después de despertarse y hablarme con una voz que no era la suya. Fueron unas palabras incomprensibles, en francés de pasarela.

Sólo entonces me di cuenta de lo que estaba pasando. "¡Pero si tu no hablas francés!", dije con una voz prestada. "Ni yo llevo trajes Moschino", continué, mientras me ajustaba una corbata de 1200 euros. Un violonchelo sincopado hacía bailar las ondas de raso de las sábanas, negras como la elegancia prestada que me invadía. Tardé unos segundos en encontrar la mesilla de noche, entre otras cosas porque su diseño extraño ocultaba los cajones, blancos sobre negro de ébano y mármol. Dentro, un frasco de perfume, que tuve que tirar por el desagüe (tras varios intentos de dar con el mecanismo de la cisterna) para volver a la normalidad.

El médico me ha dicho que no hay tratamiento, pero que no me preocupe, que no deja secuelas, y que se me pasará después de Reyes.

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