El ADN y los fondos de pensiones
Según han venido descubriendo paleobiólogos, paleoantropólogos y algunos otros paleo científicos, el ser humano vino a aparecer en el planeta por la parte de allá del Estrecho, extendiéndose durante cientos de miles, o millones de años. La ciencia, en su estudio de otras especies, aprendió también a observar y observó que cuando una especie se extiende sobre un amplio territorio, el lugar de origen suele conservar entre sus residentes una mayor variedad genética. Las poblaciones periféricas, en cambio, descienden de un grupo menor de individuos (el grupo o grupos que abandonaron el lugar de origen y sus desdendientes), y muestran mayor uniformidad genética. Dicho de otra forma, hay más diferencia entre el ADN de cualquier africano y su vecino que la que separa a Mao Zedong de Abraham Lincoln, o a Espartaco de Woody Allen. Lo que equivale a decir que el continente africano constituye una biblioteca genética, o una cuenta de ahorros, los que hemos podido acumular a lo largo de nuestra existencia en la Tierra, y que vamos a necesitar en caso de emergencia, como la única, aunque débil, seguridad de permanencia, la de la especie.
Sin embargo, en África se muere la gente de SIDA, y con ella nuestra variedad genética. Se nos está jodiendo el ADN, el fondo de pensiones del que depende nuestra supervivencia como especie. La eugenesia, que quiso falsamente basarse en la ciencia para justificar el racismo, debería expiar sus pecados, reinventarse gracias a la moderna Biogenética, y volver a la carga para purgar sus culpas. Así, el supremacismo racial debería convertirse de una vez en supremacismo especial, de especie, y usar conceptos como el de la pureza de sangre, que hoy se traduciría como "variedad genética", para echar un cable egoísta a África y sus habitantes.
Hoy sabemos que un material genético demasiado uniforme nos haría más susceptibles a la extinción, al quitarnos armas con las que combatir cualquier eventualidad. Aún así, mientras la enfermedad avanza a costa de demasiadas vidas, ni siquiera un egoísmo bien entendido parece poder despertarnos del sopor. Claro que, bien pensado, si no nos importa nada de lo que pase más allá de nuestra puerta, ¿por qué íbamos a preocuparnos porque nuestros descendientes tengan la oportunidad de sobrevivir a una pandemia?
Sin embargo, en África se muere la gente de SIDA, y con ella nuestra variedad genética. Se nos está jodiendo el ADN, el fondo de pensiones del que depende nuestra supervivencia como especie. La eugenesia, que quiso falsamente basarse en la ciencia para justificar el racismo, debería expiar sus pecados, reinventarse gracias a la moderna Biogenética, y volver a la carga para purgar sus culpas. Así, el supremacismo racial debería convertirse de una vez en supremacismo especial, de especie, y usar conceptos como el de la pureza de sangre, que hoy se traduciría como "variedad genética", para echar un cable egoísta a África y sus habitantes.
Hoy sabemos que un material genético demasiado uniforme nos haría más susceptibles a la extinción, al quitarnos armas con las que combatir cualquier eventualidad. Aún así, mientras la enfermedad avanza a costa de demasiadas vidas, ni siquiera un egoísmo bien entendido parece poder despertarnos del sopor. Claro que, bien pensado, si no nos importa nada de lo que pase más allá de nuestra puerta, ¿por qué íbamos a preocuparnos porque nuestros descendientes tengan la oportunidad de sobrevivir a una pandemia?
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