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Cuadernos de Lavapiés

Y Losantos sueños son

Anoche soñé que Jiménez Losantos se dejaba crecer una florida barba, ceñía (en buen hora) espada al cinto, y acaudillaba una hueste de taxistas madrileños, que asaltaban los altos alcázares de la calle Génova al grito de "¡con dos cojones!". El cielo se abría para presenciar tan magna ocasión y desde él, como un pantócrator leridano, presidía el mismísimo Caudillo, a la su diestra Aznar, el de las negras guedejas, y a la siniestra (es un decir) la Duquesa de los Aguirres. Un coro de alféreces de infantería travestidos de querubines (las alas, en vez de plumas blancas, lo eran de pollo frito del Kentucky Fried Chicken) presentaba armas, mientras Belén Esteban (juro que yo tampoco sé qué hacía ésta en mi sueño, a juzgar por el cásting onírico) recitaba un madrigal con el título de "A Jean Marie Le Pen, mon seigneur".

Esta mañana hice venir a mis aposentos al astrólogo judiciario que solemos mantener en nómina desde que acertó la combinación de la Primitiva, y le ordené que me lo analizara (el sueño). Abandonó la estancia cabizbajo, y esta noche, a la hora de cenar, me ha puesto junto al plato de salmorejo un sobre con su dimisión. "Me voy por donde he venido", ha dicho mientras desaparecía, con un petate al hombro. Me he quedado con dos palmos de narices, y he intentado inquirir entre el servicio. Unos me han dicho que si era moro y que no le gustaban los afeitados en seco (tampoco yo entendí esa referencia a barbas mojadas y vecinos rasurados a la fuerza), mientras que otros hicieron veladas referencias a que la familia del astrólogo había sido de herejes, y reconciliada por el Santo Oficio por haber votado a Izquierda Unida en unas autonómicas.

El caso es que me he quedado sin astrólogo judiciario (y eso que le debía el salario de tres meses) y sin saber qué significaba, vaticinaba u otrosí advertía mi sueño, con lo que temo no poder conciliarlo esta noche. Haría llamar al bufón de la corte, pero desde que le pegaron una paliza los seguratas del metro, está muy tristón y no me hace gracia ninguna. 

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