De Ysabel y Fernando
El espíritu impera, sobre cualquier otro, en algunas algaradas editoriales de la derecha española de estos días traumáticos.
El domingo 28 de marzo, el Director de la Real Academia de la Historia firmaba una editorial para ABC,a la que un servidor quisiera hacer de monje glosista, aunque quizá de monje mozárabe, de ésos que, de tanto juntarse con la morisma,acabaron medio contagiados de "sus errores".
Afirma don Gonzalo Anes que "hay versículos del Corán que incitan a vengarse del insumiso y a exterminar al incrédulo, y en los que Alá es presentado como señor de la venganza". Habría que glosar estas palabras con otras que recuerden que hay todo tipo de versículos en el Viejo y el Nuevo testamentos, entre ellos los que compelen al buen creyente a poner la alabaceteña al cuello del primogénito, para mostrar así qué tan fanático debe llegar a ser el buen siervo de Dios. Otros versículos de más rancio abolengo cristiano incitan a los correligionarios del señorito visigodo Pelayo a poner la otra mejilla en caso de agresión, actitud que en pocas ocasiones ha sido puesta en práctica por la Cristiandad, pero que no parece habernos invalidado para el título de seguidores de Jesús.
Y es que "del dicho al hecho hay un gran trecho", y ésta es máxima aplicable por igual a moros y a cristianos. Ni el señor don Gonzalo Anes comerá cordero con hierbas amargas dentro de unas semanas (Jesús sí lo hizo, y no dijo nada de cambiar el hebraico menú) ni es probable que decidiese saltar el foso de los leones del zoo de la Casa de Campo, para mostrar con ello la fortaleza de su fe. Son pocos, también, los judíos que hoy por hoy pretenden lapidar a una adúltera, o que se dediquen a quemar grasa de buey para apaciguar al señor de las tormentas,mientras esperan a que sus señoras se purifiquen ritualmente de sus preñeces obligatoriamente incestuosas.
De igual modo, para la gran mayoría de los creyentes en el Islam (una cifra que de ninguna manera se corresponde con la de los habitantes del mundo islámico)los versículos que hablan de la guerra santa no son sino azoras, hechas de palabras.
Según el artículo del señor Anes, lo que ha convertido a las sociedades cristianas occidentales en "superiores" (a su modo de ver) a las islámicas, ha sido una supuesta y efectiva separación entre religión y estado. Incluso aceptando esta reducción de la realidad (los últimos 8 años de gobierno en España no han sido ejemplo de separación entre ambas esferas), hay que recordar que al laicismo occidental se llegó mediante la revolución social, propiciada por el desarrollo industrial y por la aparición de programas políticos alternativos al del Antiguo Régimen.
En muchos países islámicos, sin embargo, el Nuevo Régimen europeo implantó colonias, que sólo en la segunda mitad del siglo XX consiguieron su independencia. En el caso de Marruecos, tras un período colonial (don Gonzalo parece olvidar esta fase reciente de nuestra Historia compartida, favoreciendo en cambio navas de gloria tolosana y salados heroicos), el régimen autocrático de una monarquía absoluta sigue manteniendo al país fuera del alcance de los logros del laicismo occidental: en el analfabetismo y la miseria. De estos descontentos se nutren los que se toman el versículo fatal como palabra divina.
Cuando el cristianismo europeo/occidental y pretendidamente laico se ha creído amenazado, también los católicos se han tomado al pie de la letra la parte de la Biblia que más a pelo viniera para golpear en nombre de Dios. España sabe de
cruzadas, de algunas que acabaron cuando el que esto escribe jugaba a las canicas, y que aún colean. Y también dentro de la ortodoxia católica se ha reclutado a jóvenes desesperados criados en el odio y la pobreza, para que, Evangelio en mano, inmolaran por Cristo Rey a los clientes de un pub.
Debo confesar que, en el fondo, coincido con el Director de la Real Academia de la Historia en que resulta una tremenda estupidez intentar arreglar el mundo de hoy con un libro de instrucciones ideado para el de hace demasiados siglos. La diferencia estriba en que el señor Anes se niega a ver la viga en el propio, entretenido como está contando las pajas versiculares que ciegan al cíclope. Un monstruo cuyo único ojo, parece desprenderse del análisis, sólo lee azoras y versículos.
Antes que buscar mensajes terroristas entre las líneas del código ajeno,convendría aceptar de una vez por todas que el islamismo, como cualquier otro integrismo religioso o político, se nutre de las frustraciones de las sociedades en que hace presa. En el caso del moderno Marruecos, y como bien apunta Alí Lmrabet, el islamismo constituye la única alternativa a un mundo feudal, y la única ideología que, hoy por hoy, ofrece un programa político a los ciudadanos del país vecino (que ni eso son, sino súbditos).
Si en la España moderna hemos superado (más recientemente de lo que a veces queremos creer) artículos como el de "no separar lo que Dios ha unido", y hoy nos divorciamos sin que nos echen del pueblo ni nos quemen en la plaza, también
un pueblo marroquí con oportunidades y futuro, con un mínimo de bienestar, podría ejercitar su derecho a tomar al pie de la letra lo que su buen juicio (no su miedo) le dictara, desechando versículos y favoreciendo otros, de los buenos, de los que también abundan en la Torá y el Evangelio.
Ángel González García
El domingo 28 de marzo, el Director de la Real Academia de la Historia firmaba una editorial para ABC,a la que un servidor quisiera hacer de monje glosista, aunque quizá de monje mozárabe, de ésos que, de tanto juntarse con la morisma,acabaron medio contagiados de "sus errores".
Afirma don Gonzalo Anes que "hay versículos del Corán que incitan a vengarse del insumiso y a exterminar al incrédulo, y en los que Alá es presentado como señor de la venganza". Habría que glosar estas palabras con otras que recuerden que hay todo tipo de versículos en el Viejo y el Nuevo testamentos, entre ellos los que compelen al buen creyente a poner la alabaceteña al cuello del primogénito, para mostrar así qué tan fanático debe llegar a ser el buen siervo de Dios. Otros versículos de más rancio abolengo cristiano incitan a los correligionarios del señorito visigodo Pelayo a poner la otra mejilla en caso de agresión, actitud que en pocas ocasiones ha sido puesta en práctica por la Cristiandad, pero que no parece habernos invalidado para el título de seguidores de Jesús.
Y es que "del dicho al hecho hay un gran trecho", y ésta es máxima aplicable por igual a moros y a cristianos. Ni el señor don Gonzalo Anes comerá cordero con hierbas amargas dentro de unas semanas (Jesús sí lo hizo, y no dijo nada de cambiar el hebraico menú) ni es probable que decidiese saltar el foso de los leones del zoo de la Casa de Campo, para mostrar con ello la fortaleza de su fe. Son pocos, también, los judíos que hoy por hoy pretenden lapidar a una adúltera, o que se dediquen a quemar grasa de buey para apaciguar al señor de las tormentas,mientras esperan a que sus señoras se purifiquen ritualmente de sus preñeces obligatoriamente incestuosas.
De igual modo, para la gran mayoría de los creyentes en el Islam (una cifra que de ninguna manera se corresponde con la de los habitantes del mundo islámico)los versículos que hablan de la guerra santa no son sino azoras, hechas de palabras.
Según el artículo del señor Anes, lo que ha convertido a las sociedades cristianas occidentales en "superiores" (a su modo de ver) a las islámicas, ha sido una supuesta y efectiva separación entre religión y estado. Incluso aceptando esta reducción de la realidad (los últimos 8 años de gobierno en España no han sido ejemplo de separación entre ambas esferas), hay que recordar que al laicismo occidental se llegó mediante la revolución social, propiciada por el desarrollo industrial y por la aparición de programas políticos alternativos al del Antiguo Régimen.
En muchos países islámicos, sin embargo, el Nuevo Régimen europeo implantó colonias, que sólo en la segunda mitad del siglo XX consiguieron su independencia. En el caso de Marruecos, tras un período colonial (don Gonzalo parece olvidar esta fase reciente de nuestra Historia compartida, favoreciendo en cambio navas de gloria tolosana y salados heroicos), el régimen autocrático de una monarquía absoluta sigue manteniendo al país fuera del alcance de los logros del laicismo occidental: en el analfabetismo y la miseria. De estos descontentos se nutren los que se toman el versículo fatal como palabra divina.
Cuando el cristianismo europeo/occidental y pretendidamente laico se ha creído amenazado, también los católicos se han tomado al pie de la letra la parte de la Biblia que más a pelo viniera para golpear en nombre de Dios. España sabe de
cruzadas, de algunas que acabaron cuando el que esto escribe jugaba a las canicas, y que aún colean. Y también dentro de la ortodoxia católica se ha reclutado a jóvenes desesperados criados en el odio y la pobreza, para que, Evangelio en mano, inmolaran por Cristo Rey a los clientes de un pub.
Debo confesar que, en el fondo, coincido con el Director de la Real Academia de la Historia en que resulta una tremenda estupidez intentar arreglar el mundo de hoy con un libro de instrucciones ideado para el de hace demasiados siglos. La diferencia estriba en que el señor Anes se niega a ver la viga en el propio, entretenido como está contando las pajas versiculares que ciegan al cíclope. Un monstruo cuyo único ojo, parece desprenderse del análisis, sólo lee azoras y versículos.
Antes que buscar mensajes terroristas entre las líneas del código ajeno,convendría aceptar de una vez por todas que el islamismo, como cualquier otro integrismo religioso o político, se nutre de las frustraciones de las sociedades en que hace presa. En el caso del moderno Marruecos, y como bien apunta Alí Lmrabet, el islamismo constituye la única alternativa a un mundo feudal, y la única ideología que, hoy por hoy, ofrece un programa político a los ciudadanos del país vecino (que ni eso son, sino súbditos).
Si en la España moderna hemos superado (más recientemente de lo que a veces queremos creer) artículos como el de "no separar lo que Dios ha unido", y hoy nos divorciamos sin que nos echen del pueblo ni nos quemen en la plaza, también
un pueblo marroquí con oportunidades y futuro, con un mínimo de bienestar, podría ejercitar su derecho a tomar al pie de la letra lo que su buen juicio (no su miedo) le dictara, desechando versículos y favoreciendo otros, de los buenos, de los que también abundan en la Torá y el Evangelio.
Ángel González García
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