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Cuadernos de Lavapiés

Aguirre (Esperanza) o la ira de Dios

La presidenta de la Comunidad de Madrid dice que la obra de Iñigo Ramírez de Haro “Me cago en Dios” es blasfema, y yo estoy de acuerdo. Luego dice que no se puede subvencionar dicha obra, porque “atenta contra la dignidad de los creyentes”. Ignoro si el autor es o no creyente, pero afirmo que para cagarse en Dios (y más si se escribe su nombre con mayúsculas) hace falta o bien creer en él (minúsculas mías), o haber llegado al ateísmo tras años de educación religiosa, contra la cual, precisamente, surge la blasfemia. Si el autor de la blasfemia es creyente, tiene tanto derecho como el que más a exponer su punto de vista y sus sentimientos sobre la divinidad. Si no lo es (creyente), tiene el derecho adquirido de quien fue educado en una sociedad cristiana. En mi caso, reconozco que perdí la fe hace mucho. Pero, aunque la unión entre un servidor y la comunidad de los fieles (ecclesia) se haya roto, mis años de convivencia en aquel matrimonio (unión místico/conyugal del alma con su creador) me dan derecho a decir lo que se me venga en gana del creador, en cualquiera de sus potencias y personas. Y por lo tanto, a blasfemar.

Se pregunta la señora Aguirre “¿qué pasaría si se hubiera titulado la obra con la palabra Alá?” y se contesta que cualquiera habría puesto el grito en el cielo ante el desacato y falta de respeto y tacto. Quiero responder aquí a la señora Aguirre lo que se suele decir cuando un tercero se mete en disputas familiares: “puedo yo, y quiero, meterme con mis señores padres, hermanos o familiares varios, pero eso no significa que haya de permitir que el de fuera también lo haga.

No es lo mismo que el señor Ramírez de Haro escriba “Me cago en Dios”, a que blasfeme contra el dios de una religión que ni le ha sido impuesta en la escuela, ni ha visto más que desde fuera, ni es (aunque en tiempos lo fuera) la mayoritaria en este país. Personalmente, yo no me siento capacitado para blasfemar contra lo que conozco desde fuera (aunque ése fuera esté en la memoria histórica de mi cultura), ni creo tener el derecho a enojarme hasta tal punto con el dios de una religión que no es la mía. Pero reconozco el de todo musulmán a dar rienda suelta a sus represiones emprendiéndola a expletivos contra el ser supremo. Quienes condenaron a Salman Rushdie por mucho menos que lo que ha hecho Ramírez de Haro, en cambio, estarían de acuerdo con las palabras de Aguirre, y aplaudirían la amenaza de retirar apoyos y ayudas institucionales a obras de este tipo.

Detrás de la blasfemia suelen estar el rencor o el desconocimiento. Cuando el que blasfema lo hace contra la religión que le vio nacer, le suelen impulsar motivaciones morales y principios éticos, que consideran traicionados por quienes ostentan las jerarquías de la religión. Cuando se blasfema contra el dios del vecino, se hace desde el odio, el desprecio y la falta de consideración hacia lo que no se conoce.

Ángel González García

1 comentario

Victor Flyte -

Me apuesto mi rosario bendecido en Torreciudad, mi cilicio herrumbroso por la falta de uso, y mis disciplinas agostadas y abandonadas, digo, me apuesto todo eso a que la expresión "me cago en Dios" se utiliza periódicamente por la mayoría de los feligreses a los que Pitita Aguirre quiere proteger, sin caer en la cuenta de que, rechazando el Arte, cualquier Arte, desprotege a esos sus feligreses.