Jubilación Compostelana
Puede que Jesús practicase la carpintería ayudando a José, y puede incluso que Simón Pedro fuera pescador antes que vicario de Cristo. Pero la Iglesia de hoy en día más parece querer arrimarse al gremio de la construcción, por la forma en que reparte una de cal y otra de arena, sin necesidad de mezcladora.
Ayer se supo que el Vaticano ha negado a los musulmanes el derecho a rezar en la mezquita de Córdoba, y hoy el cabildo catedralicio de Santiago de Compostela ha decidido retirar una talla del XVIII, porque no quiere ofender sensibilidades de otras culturas.
La imagen, una talla policromada que representa al santo a caballo, descabezando infieles, ha sido catalogada de ofensiva contra los musulmanes y se va a retirar, aunque no parece estar muy claro cuál será su nuevo destino.
Según mantenía Américo Castro, la propia aparición de un culto guerrero para este santo patrón de las Españas surgió como respuesta a la práctica musulmana. Según lo entendió el insigne historiador, las huestes cristianas carecían de un líder espiritual a la vez que guerrero, a quien invocar en asuntos bélicos. Si bien los andalusíes entraban en batalla al grito de ¡Mahoma!, parece que los primeros reconquistadores le hicieron ascos tempranos al uso del nombre y la imagen de Jesús repartiendo mandobles, por razones obvias. Sería así, por imitación, que los asturianos, leoneses, gallegos y castellanos empezaron a valerse del apóstol, adaptando la tradición hagiográfica de un santo no castrense, hasta convertirlo en adalid militar y divino. Su subsecuente aparición en la batalla de Clavijo, cooperando para la derrota muslime, acabó por consagrar a Santiago como guerrero de la cristiandad castellana. Cataluña y Portugal optaron por San Jorge, otro héroe a caballo, capaz de derrotar el sólo a un terrible monstruo.
Curiosamente, siglos después de la batalla de Clavijo, Santiago se llegó a convertir en santo predilecto de los no muy ortodoxos moriscos castellanos. Para estos conversos y sus descendientes, los aspectos menos desagradables (o más atractivos) del Cristianismo impuesto eran aquéllos que más les recordaban las tradiciones y preceptos islámicos. Santiago, así, les traía evocaciones del Profeta o de Alí, el héroe celebrado y seguido por los chiítas, entre los que se contaba un número de musulmanes españoles.
A pesar de ello, ahora se va a retirar de la catedral compostelana la imagen de Santiago en plena refriega. Catalanes y portugueses no se verán en la misma necesidad, porque un dragón, por muy simbólico que sea, no ofende a nadie. En el caso de otras huellas del pasado guerrero e intolerante del Cristianismo español, no es posible saber cuáles serán las medidas cosméticas a adoptar. Cabe incluso preguntarse si el apellido Matamoros acabará por desaparecer de las guías telefónicas.
Al fin y al cabo, las cabezas de infieles rodando ante el tajo santiagués servían un propósito: recordarnos el pasado de nuestras religiones, y aprende de él. Quizá la solución pasara por admitir los errores que se cometieron, enseñar lo que no se debe repetir, y abrirse al diálogo verdadero. Supongo que esa talla polícroma acabará en un almacén, pero quizá lo ideal sería que viajara por el mundo como parte de una exposición. Diversas piezas del arte religioso de todos tiempos y culturas podrían acompañar al santo en un periplo que enseñara a los modernos hasta qué extremo han llegado todas las religiones en su celo por callar las verdades ajenas.
Santiago se irguió frente a la Kaaba mahomética como alarde de fuerza espiritual, en una grandiosa mythomachia
Américo Castro, España en su Historia, 122. Barcelona: Ed. Crítica, 2001.
Los moros llaman Mafómat, e los cristianos Sant Yagüe. (v.73)
Poema de Mío Cid
Tienen por santo algunos de los que nosotros Cristianos tenemos y honramos por santos, y particularmente los apóstoles, y los llaman morabutos, y porfían que fueron moros, y dicen que el apóstol Santiago se llamó Alí.
Diego de Haedo, Topographía General de Argel. Tomo I, p. 152
Para los moriscos, cruzada y yihad se encuentran, pues, en el mismo plano y, por consiguiente, Santiago (aunque Matamoros), campeón de la cristiandad, puede adoptar los rasgos de Alí, campeón del Islam.
Louis Cardaillac, Moriscos y cristianos: un enfrentamiento polémico. Trad. Mercedes García Arenal. México: Fondo de Cultura Económica, 1979.
Que no hay más de un Santiago, al qual dio Dios una lanza con tanta virtud, que mataba con ella a quantos quería, y que el nombre de este Santiago en arábigo es Muceph, hermano de Moysén
Gerónimo de Rojas, declarando ante el Tribunal de la Inquisición. A.H.N. Inq. Leg. 197, núm. 5
Ytem que abía dicho y afirmado que Mahoma era secreto de Dios y que estava casado con una prima de Santiago.
Acta de acusación contra Salvador, morisco, esclavo de Martín Coello, vecino de Alarcón (1574). Recogido por Cardaillac, 431.
Ángel González García
Ayer se supo que el Vaticano ha negado a los musulmanes el derecho a rezar en la mezquita de Córdoba, y hoy el cabildo catedralicio de Santiago de Compostela ha decidido retirar una talla del XVIII, porque no quiere ofender sensibilidades de otras culturas.
La imagen, una talla policromada que representa al santo a caballo, descabezando infieles, ha sido catalogada de ofensiva contra los musulmanes y se va a retirar, aunque no parece estar muy claro cuál será su nuevo destino.
Según mantenía Américo Castro, la propia aparición de un culto guerrero para este santo patrón de las Españas surgió como respuesta a la práctica musulmana. Según lo entendió el insigne historiador, las huestes cristianas carecían de un líder espiritual a la vez que guerrero, a quien invocar en asuntos bélicos. Si bien los andalusíes entraban en batalla al grito de ¡Mahoma!, parece que los primeros reconquistadores le hicieron ascos tempranos al uso del nombre y la imagen de Jesús repartiendo mandobles, por razones obvias. Sería así, por imitación, que los asturianos, leoneses, gallegos y castellanos empezaron a valerse del apóstol, adaptando la tradición hagiográfica de un santo no castrense, hasta convertirlo en adalid militar y divino. Su subsecuente aparición en la batalla de Clavijo, cooperando para la derrota muslime, acabó por consagrar a Santiago como guerrero de la cristiandad castellana. Cataluña y Portugal optaron por San Jorge, otro héroe a caballo, capaz de derrotar el sólo a un terrible monstruo.
Curiosamente, siglos después de la batalla de Clavijo, Santiago se llegó a convertir en santo predilecto de los no muy ortodoxos moriscos castellanos. Para estos conversos y sus descendientes, los aspectos menos desagradables (o más atractivos) del Cristianismo impuesto eran aquéllos que más les recordaban las tradiciones y preceptos islámicos. Santiago, así, les traía evocaciones del Profeta o de Alí, el héroe celebrado y seguido por los chiítas, entre los que se contaba un número de musulmanes españoles.
A pesar de ello, ahora se va a retirar de la catedral compostelana la imagen de Santiago en plena refriega. Catalanes y portugueses no se verán en la misma necesidad, porque un dragón, por muy simbólico que sea, no ofende a nadie. En el caso de otras huellas del pasado guerrero e intolerante del Cristianismo español, no es posible saber cuáles serán las medidas cosméticas a adoptar. Cabe incluso preguntarse si el apellido Matamoros acabará por desaparecer de las guías telefónicas.
Al fin y al cabo, las cabezas de infieles rodando ante el tajo santiagués servían un propósito: recordarnos el pasado de nuestras religiones, y aprende de él. Quizá la solución pasara por admitir los errores que se cometieron, enseñar lo que no se debe repetir, y abrirse al diálogo verdadero. Supongo que esa talla polícroma acabará en un almacén, pero quizá lo ideal sería que viajara por el mundo como parte de una exposición. Diversas piezas del arte religioso de todos tiempos y culturas podrían acompañar al santo en un periplo que enseñara a los modernos hasta qué extremo han llegado todas las religiones en su celo por callar las verdades ajenas.
Santiago se irguió frente a la Kaaba mahomética como alarde de fuerza espiritual, en una grandiosa mythomachia
Américo Castro, España en su Historia, 122. Barcelona: Ed. Crítica, 2001.
Los moros llaman Mafómat, e los cristianos Sant Yagüe. (v.73)
Poema de Mío Cid
Tienen por santo algunos de los que nosotros Cristianos tenemos y honramos por santos, y particularmente los apóstoles, y los llaman morabutos, y porfían que fueron moros, y dicen que el apóstol Santiago se llamó Alí.
Diego de Haedo, Topographía General de Argel. Tomo I, p. 152
Para los moriscos, cruzada y yihad se encuentran, pues, en el mismo plano y, por consiguiente, Santiago (aunque Matamoros), campeón de la cristiandad, puede adoptar los rasgos de Alí, campeón del Islam.
Louis Cardaillac, Moriscos y cristianos: un enfrentamiento polémico. Trad. Mercedes García Arenal. México: Fondo de Cultura Económica, 1979.
Que no hay más de un Santiago, al qual dio Dios una lanza con tanta virtud, que mataba con ella a quantos quería, y que el nombre de este Santiago en arábigo es Muceph, hermano de Moysén
Gerónimo de Rojas, declarando ante el Tribunal de la Inquisición. A.H.N. Inq. Leg. 197, núm. 5
Ytem que abía dicho y afirmado que Mahoma era secreto de Dios y que estava casado con una prima de Santiago.
Acta de acusación contra Salvador, morisco, esclavo de Martín Coello, vecino de Alarcón (1574). Recogido por Cardaillac, 431.
Ángel González García
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