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Cuadernos de Lavapiés

El patio de luces

Empezaron los del patio interior, quejándose de que no les alcanzaba el sol. Lo discutieron en varias reuniones de vecinos, pero no sirvió de nada. Los de los pisos exteriores, claro, dijeron que ni hablar, pero siguió haciéndose, mientras tendían la ropa en el patinillo, en la panadería de enfrente, en los descansillos de la escalera...Hasta que una noche empezaron con el telefonillo. La cosa escaló con los anónimos, que yo mismo llevé sin saber lo que eran, y sin pensar más que en lo mío, claro. El del primero se compró un perro muy grande. Cuando picaban en su puerta lo soltaba escaleras abajo. A poco, el espejo del ascensor apareció cubierto de graffitti. “Queremos luz”, decía, y el presidente les desprecintó los contadores, con lo que se quedaron varios días sin electricidad. La del tercero y una amiga tomaron el ascensor, con doña Serafina dentro. El del perro y el presidente se pusieron de acuerdo, y contrataron a un sobrino de uno de ellos, que trabajaba de segurata, para que hiciera guardia en el zaguán. Entonces los otros se hicieron fuertes en la azotea y cambiaron la cerradura. El sobrino trajo a unos amigos suyos, la forzaron y la cosa acabó muy mal, con varios heridos. No sé más, porque me cambiaron de ruta.
Ángel González

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