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Cuadernos de Lavapiés

Caruana for everybody

Hace más de mil años, un príncipe de los creyentes, Abu Mansur Nizar al-Aziz Billah, se enamoró de una cristiana melquita, seguidora del patriarca de Antioquía. Tuvieron un hijo que, como era el legítimo del Califa, se crió como todo un príncipe en su ciudad natal de Kairouan. En un momento de su vida, y como el que cría cuervos, etcétera, el hijo del califa Aziz Billah se lio la manta a la cabeza, se quitó el turbante (simbólicamente speaking), y se hizo cristiano.

Su nuevo nombre, Pellegrino Caruana (que manía la antigua de confundir lugar de origen con apellido) quedó unido a partir de entonces a la historia de Malta y a la de los monjes hospitalarios, feudatarios y arrendatarios divinos de la isla mediterránea desde hace demasiados siglos. Por suerte, el que fuera espejo de creyentes tunecinos, malteses y berberiscos no vivió para ver a su hijo hecho un guerrero maltés de cruz en ristre, ni ninguno de los dos vivió tampoco para ver como el apellido Caruana se diseminaba por el Mediterráneo, sembrado unas veces por reyes aragoneses y otras por sus graciosas majestades británicas.

El caso es que algunos Caruanas se fueron al Reino de Valencia a probar fortuna, allá por los tiempos de Borjas y galeras reales, y a fe que la hicieron buena, al menos los sus descendientes, que hoy gobiernan el Banco Central Hispano de Santander y Castilla la Vieja. Así, uno de los descendientes de los malteses avalenciados de antaño es hoy el segundo de a bordo del señor Botín, que viene a ser un cargo parecido al de Smithers, adláter impagable de Montgomery Burns.

Otra rama de los Caruana dizque acabó en Gibraltar, haciendo compañía a los muchos malteses que la corona británica sembró en la roca, donde hoy son llanitos de pro sus descendientes, y entre ellos, cómo no, el señor Peter Caruana, sucesor de Bossano al frente de la británica colonia "on the rocks".

Hoy, a diez siglos vista de la conversión del hijo del Aziz Billah y a tres de la conquista de Gibraltar, Jaime Caruana sale al ruedo de la compra de Abbey National y declara con voz cantante sobre los beneficios de que una empresa bancaria española (valga la paradoja de dar nacionalidad a un banco) compre una entidad de la pérfida Albión. Mientras, y como para vengarse, el gobierno de su Graciosa Majestad envía un guantelete de estúpido desafío detrás de otro, como para convencer a sus súbditos de que "más vale roca sin bancos que bancos sin roca". Y otro Caruana, primo lejanísimo de aquel economista valenciano, sale al paso de las protestas españolas re-aconsejando que el gobierno de Castilla (y sus colonias añadidas) no se meta, mientras los roqueros llanitos y sus lanceros bengalíes pelan la pava por un quítame allá esos submarinos nucleares.

2 comentarios

Victor Flyte -

Qué interesante! ¿Para cuándo la continuación?

Baobab -

Qué cosas tan curiosas. Al final todo queda entre familia. Y así va el mundo. Me gustan las reflexiones históricas y etimológicas que posteas.