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Cuadernos de Lavapiés

Chiringuitos de playa

El anuncio comienza con la imagen de un chiringuito subdesarrollado, techado de palmas, en una playa trópico-paradisíaca. Unos hombres negros, doblados con falsas voces cubanas, practican un diálogo con segundas, una estupidez digna de la revista de variedades más cutre de la posguerra más hambrienta.

"Mira, el mío es muy grande", dice uno. El otro responde "No es el tamaño lo que impolta, sino que vibre". La gracia desternillante consiste en que hablaban de sus teléfonos móviles, unos aparatos enormes y anticuados. El esperpento cupletero continúa, y uno de los parroquianos del chiringuito acaba yéndose (enorme Motorola del 84 atado a la oreja con un pañuelo) caballero en un borrico. A estas alturas, el acento gangoso que quiere pasar por castellano antillano, santiaguero, oriental o cimarrón, se hace ofensivo.

La voz en off sentencia: Si en el Caribe se tomaran las cosas tan en serio, no tendríamos Ron Malibú.

En la parte del Caribe que me ha tocado ver, los teléfonos móviles son de Telefónica Movistar y no son trastos obsoletos, aunque sí caros. Hay burros, como en otras partes, y la gente se preocupa, a veces mucho, porque la vida es motivo de preocupación.

En la República Dominicana y en Haití la gente no pasa el día en chiringuitos playeros, ni responde a la tragedia o al continuo martilleo de la injusticia con carnavales y danzones. A veces, la tragedia es tan terrible que hay que tomársela en serio, aunque en el mundo rico bajen las reservas de licores exóticos, o nos suban los precios del Ron Malibú.

Una multinacional británica (valga el contrasentido) vendió recientemente la marca a la empresa Allied Domecq, que también es una multinacional, y también británica, aunque el nombre nos evoque a Feria del Caballo y a coñac en el casino del pueblo. Dudo mucho que esta empresa consienta en que sus empleados de planta de producción se tomen a broma su trabajo.

Los guionistas y/o responsables de este spot publicitario parecen ser, en este caso, los únicos que se toman algo a broma. Ese algo es la identidad de gentes que no se pasan la vida “gosándola, mi amol”, que no tienen más remedio que tomársela muy en serio, que viven en la pobreza y el atraso, pero que no merecen por ello nuestra burla.

Al final del anuncio, uno de los personajes de carnaval cruel tiene que meterse en el agua para encontrar cobertura (se ve que en aquellas latitudes vergonzosas las compañías de teléfono no ofrecen los servicios de calidad que en España). Una vez en el agua, se observa cómo lo arrollan las olas de ese mar de paraíso tropical. Resulta indignante ver, a renglón seguido, las imágenes de los cadáveres que se acumulan en las márgenes de ríos secos que nunca debieron ser urbanizados, en La Española, la isla más desgraciada de América.

Ángel González

1 comentario

kaveri -

La televisión es tan diferente si la ves olvidándote de desconectar el cerebro...