Matrimoniadas
El Teatro de La Latina de Madrid presenta en cartelera "Matrimoniadas", producido por José Luis Moreno, e interpretado por casi los mismos actores que lo hicieran en la televisión nacional, los sábados por la noche, durante la oscura noche del octenio aznárico. (Ésta la dedico a los que me escriben llamándome rojo y otras lindezas).
Hasta ahí, no repruebo, que, en cuestión de gustos, sigue sin publicarse nada reseñable. Por otro lado, sacar del sofá a tanto fondón sabaderil y sentarlo en una butaca de teatro, aunque sea a ver "Matrimoniadas" es, de por sí, digno de elogiar. Lo que ya me levanta costras es enterarme de que la empresa está subvencionada, apoyada, u otrosí bendecida y nihilobstatada por el diario La Razón.
La de la sinrazón que a la mía se hace es tremenda, porque no me persuado, como diría don Quijote, de que un periódico tan de catequesis como éste se rebaje a prestar apoyo a una obra así.
Me explico: La Razón ha estado repitiendo últimamente el soniquete del PP, según el cual su problema no es que prediquen la homofobia, sino que les duele el uso del voquible "matrimonio", como diría Sancho. "Que tengan los mismos derechos", reguelda Rajoy cuando se le atosiga, "pero que no se le llame matrimonio, por razón de respeto a la institución". La razón dice que todo cambia, que las instituciones se desarrollan y a veces hasta mueren y desaparecen, como las cucarachas del anuncio, y que lo que otrora fue matrimonio hoy sería ilegal en muchos sitios: ningún arzobispo se atrevería a casar hoy a una niña de tres años con un bebé de seis meses, por muy herederos al trono de Francia que fueran o fuesen los pañales del novio.
La Razón, en cambio, lleva semanas denunciando que, al dejar que se casen los homosexuales, se está poco menos que blasfemando contra el sagrado sacramento, el único que ha dado carta blanca durante milenios para cometer violencias físicas y sexuales contra uno de los contrayentes, por parte del otro. Bueno estaría que los padres, por el mero hecho de pagar el convite del bautizo,adquirieran el derecho de apalizar al neonato, por muy hijo suyo que éste fuera. No obstante, el propio diario La Razón no tiene el menor inconveniente en financiar un espectáculo ("Matrimoniados") en el que la única gracia (dudosa) reside en una continua batería de chistes malos y procaces, viejos chistes de taberna, que no hacen sino ridiculizar esa misma y sagrada institución que se defiende desde la tribuna igualmente tabernaria de las derechas de toda la vida.
En resumen: cuando lo produce José Luis Moreno y lo subvenciona La Razón, el matrimonio es una procaz conjunción de señoras gordas y asexuales, calvos mandones, rubias de bote prestas a poner los cuernos al más pintado, y pintados que no paran de quejarse en el escenario de lo mala que es la vida del casado. Sin embargo, cuando se trata de igualar a los ciudadanos y de dar a cada uno lo que le corresponde, el matrimonio abandona toda frivolidad de chascarrillo, para convertirse en terreno sagrado, en institución demasiado importante y esencial como para dejar que cuatro rojos, ateos, enfermos o degenerados lo mancillen con su amor contra natura. Como si meter el cadáver de un Papa en plomo y madera, para luego sepultarlo entre mármol y hormigón, siguiera los dictados de la Naturaleza o de la lógica.
Hasta ahí, no repruebo, que, en cuestión de gustos, sigue sin publicarse nada reseñable. Por otro lado, sacar del sofá a tanto fondón sabaderil y sentarlo en una butaca de teatro, aunque sea a ver "Matrimoniadas" es, de por sí, digno de elogiar. Lo que ya me levanta costras es enterarme de que la empresa está subvencionada, apoyada, u otrosí bendecida y nihilobstatada por el diario La Razón.
La de la sinrazón que a la mía se hace es tremenda, porque no me persuado, como diría don Quijote, de que un periódico tan de catequesis como éste se rebaje a prestar apoyo a una obra así.
Me explico: La Razón ha estado repitiendo últimamente el soniquete del PP, según el cual su problema no es que prediquen la homofobia, sino que les duele el uso del voquible "matrimonio", como diría Sancho. "Que tengan los mismos derechos", reguelda Rajoy cuando se le atosiga, "pero que no se le llame matrimonio, por razón de respeto a la institución". La razón dice que todo cambia, que las instituciones se desarrollan y a veces hasta mueren y desaparecen, como las cucarachas del anuncio, y que lo que otrora fue matrimonio hoy sería ilegal en muchos sitios: ningún arzobispo se atrevería a casar hoy a una niña de tres años con un bebé de seis meses, por muy herederos al trono de Francia que fueran o fuesen los pañales del novio.
La Razón, en cambio, lleva semanas denunciando que, al dejar que se casen los homosexuales, se está poco menos que blasfemando contra el sagrado sacramento, el único que ha dado carta blanca durante milenios para cometer violencias físicas y sexuales contra uno de los contrayentes, por parte del otro. Bueno estaría que los padres, por el mero hecho de pagar el convite del bautizo,adquirieran el derecho de apalizar al neonato, por muy hijo suyo que éste fuera. No obstante, el propio diario La Razón no tiene el menor inconveniente en financiar un espectáculo ("Matrimoniados") en el que la única gracia (dudosa) reside en una continua batería de chistes malos y procaces, viejos chistes de taberna, que no hacen sino ridiculizar esa misma y sagrada institución que se defiende desde la tribuna igualmente tabernaria de las derechas de toda la vida.
En resumen: cuando lo produce José Luis Moreno y lo subvenciona La Razón, el matrimonio es una procaz conjunción de señoras gordas y asexuales, calvos mandones, rubias de bote prestas a poner los cuernos al más pintado, y pintados que no paran de quejarse en el escenario de lo mala que es la vida del casado. Sin embargo, cuando se trata de igualar a los ciudadanos y de dar a cada uno lo que le corresponde, el matrimonio abandona toda frivolidad de chascarrillo, para convertirse en terreno sagrado, en institución demasiado importante y esencial como para dejar que cuatro rojos, ateos, enfermos o degenerados lo mancillen con su amor contra natura. Como si meter el cadáver de un Papa en plomo y madera, para luego sepultarlo entre mármol y hormigón, siguiera los dictados de la Naturaleza o de la lógica.
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