Continentes sin contenido
En la edición de El País de hoy, martes 15 de junio de 2004, aparece una crónica del asesinato de 13 personas (7 de ellas no iraquíes) en las calles de Bagdad, firmada por Jeffrey Gettleman, del NYT. La relación de las nacionalidades de las víctimas parece ser un reflejo de la concepción del mundo que nos llega a través del lenguaje, tanto del inglés en que está escrito el original como del español que utilizamos para traducirlo. Así, en la noticia se dice que "2 británicos, 1 norteamericano, 1 francés, 1 filipino y 2 africanos" resultaron víctimas del ataque. Si hablamos de 2 africanos, lo justo sería mencionar a los demás por el continente en que nacieron o en el que se emitió su pasaporte, de modo que tendríamos 3 europeos, 1 americano y 1 asiático, además de los referidos 2 africanos.
De la forma en que aparece contado, sólo se deduce que los africanos son todos iguales, o que, de no serlo, nos importan bien poco sus identidades. Lo suficientemente poco como para no andar haciendo distingos...
Se trata, sin duda, del reflejo lingüístico de las estructuras ideológicas con que filtramos el mundo. Y África, según estas estructuras, es una amalgama de la que conocemos poco, y de la que menos aun nos interesa saber. Propongo que el "libro de estilo" de El País deje de dar ejemplo para tal simplificación. Tanta importancia tiene saber si los asesinados eran de Marruecos, Sudáfrica o Namibia, como distinguir el origen británico o galo (en vez de simplemente europeo) de sus compañeros de desgracia.
A menudo me he encontrado con senegaleses que dicen ser simplemente africanos, o nigerianos que no dan a conocer el nombre de su país, porque entienden que, para los europeos, todo es lo mismo. Su humildad y resignación ante nuestra indiferencia e ignorancia no deberían venir refrendados por el lenguaje ambiguo utilizado por los más importantes medios de comunicación de nuestro país.
África es enorme. Europa también. Simplificar al otro es el primer paso en el camino de la ignorancia, que a su vez constituye condición sine qua non para el desprecio.
Ángel González García
De la forma en que aparece contado, sólo se deduce que los africanos son todos iguales, o que, de no serlo, nos importan bien poco sus identidades. Lo suficientemente poco como para no andar haciendo distingos...
Se trata, sin duda, del reflejo lingüístico de las estructuras ideológicas con que filtramos el mundo. Y África, según estas estructuras, es una amalgama de la que conocemos poco, y de la que menos aun nos interesa saber. Propongo que el "libro de estilo" de El País deje de dar ejemplo para tal simplificación. Tanta importancia tiene saber si los asesinados eran de Marruecos, Sudáfrica o Namibia, como distinguir el origen británico o galo (en vez de simplemente europeo) de sus compañeros de desgracia.
A menudo me he encontrado con senegaleses que dicen ser simplemente africanos, o nigerianos que no dan a conocer el nombre de su país, porque entienden que, para los europeos, todo es lo mismo. Su humildad y resignación ante nuestra indiferencia e ignorancia no deberían venir refrendados por el lenguaje ambiguo utilizado por los más importantes medios de comunicación de nuestro país.
África es enorme. Europa también. Simplificar al otro es el primer paso en el camino de la ignorancia, que a su vez constituye condición sine qua non para el desprecio.
Ángel González García
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